En esta ocasión, la familia de consumo responsable nos
introducirá al magnífico mundo de las 4R.
La hija nos hace recordar a los libros de “¿dónde está Wally?”
al estar escondida en medio de una serie de empaques luego de haber desempacado
un producto que compró. Tal vez muchas veces nos hemos preguntado si tanta envoltura
es necesaria, de esta reflexión surge el primer hábito de las 4R, el de reducir,
el cual nos invita a cuestionarnos en todos los momentos de consumo (antes,
durante o después) si la opción que escogemos es la más adecuada dependiendo de
nuestras prioridades, ya sean económicas, de salud, ambientales, culturales,
entre otras, por ejemplo en un caso, el reducir el número de pedidos a
domicilio representa un beneficio de salud porque tendrías que caminar al
establecimiento; un beneficio al ambiente porque no generas el mismo impacto de
tu huella de carbono; un ahorro económico porque no tendrías que cancelar la
tarifa de domicilio; y posiblemente un beneficio social o cultural porque
estarías interactuando con tu entorno.
El abuelo siguiendo la tradición familiar, nos recuerda
uno de los hábitos de las 4R más ancestrales de nuestra cultura, el de reparar.
Al escuchar frases como “necesita una costura la sombrilla”, “eso se puede
pegar con superbonder” o “revise el enchufe que debió ser un corto”, usualmente
nuestra mentalidad está enfocada en querer prolongar la vida útil de todo lo
que consumimos a través de la reparación. Es este hábito el que nos hace cuestionarnos
si algo tiene arreglo o se puede reestablecer a su condición original, para que
dependiendo del momento de consumo (antes, durante o después) caigamos en
cuenta una vez más, dependiendo de nuestras prioridades, si ese producto es el
indicado. Por ejemplo, podemos ver el caso de comprar un electrodoméstico,
donde antes nos preguntamos si existe respaldo de esa marca para repuestos;
durante el uso, leer el manual para evitar posibles averías; y cuando llegue el
final de su vida útil revisar si existen programas de recolección o intercambio.
La mamá nos demuestra el hábito de las 4R que involucra
mayor creatividad, el de reutilizar. A partir de pensamientos como “esto puede servir
para…”, “que bonito se ve de esta manera” o “¿y si le doblamos esta punta?”,
además de potenciarse nuestras capacidades creativas, podemos caer en cuenta
que la mayoría de productos que compramos terminan siendo materia prima para
obtener otros posibles resultados, como ejemplo unos CD´s que pueden partirse
en piezas pequeñas y al pegarse en un marco de un espejo generan un mosaico.
El hijo nos enseña el hábito de las 4R que involucra el mayor
volumen de residuos sólidos que se generan, el de reciclar. Con el fin de evitar
que los residuos sólidos terminen en el relleno sanitario, es fundamental
incorporar este hábito el cual nos demuestra que cambiando las propiedades de
los productos se pueden generar tanto nuevos productos, como evitar problemáticas
tanto ambientales como de salud. Como ejemplo la generación de compost con los
residuos orgánicos.
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